Le dolian los ojos, enrojecidos del llanto. Su cuerpo luchaba por no desplomarse de bruces contra la mesa de hastio, abandono y debilidad. Recostó la cabeza en el marco de la ventana. El pulso le temblaba descontroladamente a pesar de la apatia, hizo un exfuerzo sobrenatural por incorporarse que fue en vano. Parpadeó suavemente e intentó enfocar la mirada. No controlaba la situación y aquello le asustaba. La tenue luz que se reflejaba sobre las copas lo cegó por unos instantes y lo obligó a cerrar los ojos con fuerza. Se sentía tan cansado....tan débil..., por unos momentos la absurda idea de una sustancia paralizando todas sus terminaciones nerviosas se le antojó facil, atractiva, e incluso dulce, ideal para un momento de desesperación, tan ideal como poco elegante. Él siempre había apreciado aquello, la elegáncia, la elegáncia por encima de todo. La elegáncia con sentido, nada que compartir con la insustancial y frivola elegancia superficial de vestimentas imposibles, sonrisas rediantes de falsedad y piedras con cierta belleza fácil y glacial para aquellos educados para llevarlas. Había visto más elegancia en una fiesta de disfraces.
Él amaba la elegancia que emanaban dos lineas escritas por una pluma desconocida, sobrecojiendole el corazón al leerlas. La elegancia de una imagen captada en milésimas de segundo por una mirada subjetiva, que no obstante conseguia que pudiera apreciar su belleza, descubierta por otro. El amaba la elegancia de la picardia que se escondía en la comisura de unos labios sonrientes de una mujer que miraba a un hombre situado en el lado opuesto de la mesa y que este correspondía con una mirada de ojos mialinos de avidez y encanto, en la mesa de una cafetería cualquiera. Apreciaba la elegancia de un cruce de piernas suave de un menudo guitarrista que tocaba por miseras monedas en la opertura de una estación de metro en pleno més de Diciembre. Aquello era elegancia.
Añoraba la elegancia del momento en que observó un cuerpo masculino ajeno desnudo, invitandolo al juego y correspondiendo su curiosidad oculta durante años por tabues de una educación equivoca, la elegancia de la excitación creciente a cada momento al acariciar a un ser amado y exhausto de pura pasión. Le embriagaba la elegancia de un cálido gemido de placer resonando en las paredes desnudas de un apartamento nuevo y vacio, mientras sentía el frio del suelo recorriendole todo el cuerpo. La elegancia que desprendía el oscilar del cabello de una muchacha desconocida al abrir la ventana de un vagon de tren, desconcentrandolo por momentos y haciendole creer durante unos segundos que aquella cabellera al viento era la belleza suprema. Aquella elegancia de sentimientos sangrantes que tanto le habían aflijido y hecho sufrir desde que tuvo uso de razon, en especial aquel que le hacía anhelar lo pasado. Todo aquello se le antojaba elegáncia! elegáncia que nadie más podía percibir, pues estaban preocupados en hacer que todo ocurriese de forma rápida para llegar a un objetivo momentáneo que pronto se desvanecería, para dar paso a otro que posteriormente tambien se desvanecería, era la ambición lo que hacía que no parasen a sentir lo que yacia ante sus ojos! Era un fastidio, no obstante a él, incluso dicha simplicidad de algunas mentes ajenas se le antojaba elegante, pues conseguían que sobrevalorara la suya, y cuando el ego se apoderaba de él, era la persona más elegante sobre la faz de la tierra.
Dicha elegáncia sobre la que el predicaba, sobre la que tantas historias habian surgido del flujo de su imaginación influenciado por aromas embriagadores del sentido, imágenes de gran belleza o fealdad cautivadora, sensaciones de impacto de los sentidos, todo desencadenante de placeres ocultos en lo más íntimo de su ser. Aquella elegancia que tantas trabas había impuesto en su vida, amadas cada una por su particularidad y fulgor, aquella elegancia de lo que había hecho amor el odio y odio el amor, que se conseguía percibir en un exhalo que marcada huella dejaba en su seso para el fín de sus días. La elegancia del la admiración, del amor congelado que abiertas bocas y ojos sorprendidos dejaba durante instantes que el tiempo robaba. La elegancia de la obsesión por una caracteristica simple y trivial de un ser, la elegancia de la obsesión irracional que turbia los sentidos y desata las pasiones, aquella que provoca llantos, sollozos, lamentos, gemidos, gritos de gozo, histeria o rabia, sonrisas, miradas y brazos entre abiertos de anhelo, frucidos de ceño, muecas de desdén o miradas de desprécio……….(ahí me quedé).
Índice 
Sáb Jul 10, 2010 9:02 pm
